Completísimo informe sobre las andanzas de la desacreditada activista y empresaria kirchnerista Estela Carlotto, jefa de Abuelas de Plaza de Mayo.
“Nosotros reivindicamos el valor de una lucha, que sí la hubo armada (…) esa violencia es la que tuvo San Martín y los héroes cuando tuvieron que defender la patria. (Ellos, por los desaparecidos) defendieron a su manera, con errores, virtudes y defectos… Sabemos lo que hicieron y cómo lo hicieron. Yo estoy orgullosa de mi hija, que dio la vida, tenía 23 años cuando la mataron, qué tenemos de dar explicaciones a esta altura, de este tipo. Es absurdo…Lo malo fue el terrorismo de Estado y lo bueno, una generación que dejó la vida y nos dejó la democracia”[1] afirmó días atrás la empresaria de los derechos humanos Estela Carlotto, reivindicando así los homicidios, secuestros y atentados cometidos por los terroristas Montoneros en los años ‘70, de cuyas filas delictivas participaron dos de sus hijas.
No contenta con esta confesión, seguidamente Carlotto mintió al sostener que estos asesinos nos “dejaron la democracia”, afirmación falsa dado que la banda que por entonces supo comandar Mario Firmenich, no sólo no creyó jamás en la democracia sino que atentó contra ella llevando adelante el 52% del total de los asesinatos que cometieron justamente en la democracia obrante entre mayo de 1973 a marzo de 1976 (a la sazón gobernada por el mismo partido político que gobierna hoy).
A muchos les llamó la atención esta sórdida declaración de Estela de Carlotto, pero a quienes desde siempre la hemos considerado una farsante, esta manifestación lo único que hizo fue desnudar un poco más la naturaleza ideológica de la dirigente kirchnerista en cuestión.
Carlotto nunca tuvo un discurso claro. Siempre fue impreciso, ambivalente, confuso y contradictorio. Se vendió como defensora de los DDHH a la vez que defendió al terrorismo local e internacional.
Con mayor mesura y habilidad gestual que su colega Hebe de Bonafini, la líder de Abuelas de Plaza de Mayo explotó a todo propósito la muerte de su hija explicando y narrando una suerte de episodios presuntamente padecidos que no sólo nunca fueron aclarados sino que tampoco fueron corroborados.
Lo cierto es que una de las hijas de Carlotto, llamada Laura y de nombre de guerra “Rita”, murió en la guerra antisubversiva (habría sido ejecutada tras haber estado un tiempo detenida), y la otra hija suya, de nombre Susana Estela (también montonera pero que sobrevivió en la contienda), por entonces contrajo matrimonio con Jorge Falcone, Oficial Montonero, mano derecha de Firmenich y hermano de la montonera Claudia Falcone (protagonista del episodio distorsionadamente conocido como “La Noche de los Lápices”)[2].
Desde hace varios años, Carlotto viene afirmando que su hija Laura, estando detenida en supuesto estado de preñez, dio a luz una criatura que en vez de ser entregada a sus ascendientes cosanguíneos en segundo grado, fue irregularmente trasladada a manos de otra familia. Pero esto no es más que una frágil hipótesis esbozada por la propia Carlotto, ya que no se conoce constancia fehaciente de que su hija muerta en la guerra haya estado embarazada alguna vez.
En efecto, a fines de 1977 Carlotto denunció la desaparición de su hija, sin mencionar ningún estado de embarazo según consta en el Legajo CONADEP, número 2085. Por entonces, con motivo de la profusa amistad que frecuentaba Carlotto con Marta Bignone (hermana del Gral. Reynaldo Bignone y a quien había conocido como compañera de trabajo en el área docencia), aprovechando sus aceitados contactos con las cúpulas castrenses Carlotto se entrevistó en 1977 con el mismísimo Bignone (entonces Secretario Gral. del Ejército) en 1977, y posteriormente le fue entregado el cuerpo de su hija, sin que ninguna autopsia determinara jamás el estado de embarazo.
Tan insustanciales resultan los fundamentos de Carlotto (quien tiene el cuerpo de su hija y con una mera autopsia ad hoc quedaría dilucidado el enigma), que en oportuno reportaje publicado en la Revista dominical del diario La Nación, la Periodista le pegunta: “¿Está segura de que su nieto nació?” y Carlotto en lugar de contestar en función del categórico rigor científico vagarosamente respondió “Un chico que cumplía el servicio militar y que hoy es testigo la custodió hasta la sala de partos. Luego le quitaron al hijo y Laura vivió dos meses más…” Seguidamente la Periodista le pregunta “¿Cómo dio con su hija desaparecida?” – (E. Carlotto) Mediante una carta anónima supimos que estaba viva y embarazada. Nueve meses después nos citaron en una comisaría para que reconociéramos el cadáver de Laura”.[3]
A esta respuesta tan poco consistente, otro aspecto por demás sugestivo, lo hallamos en el extraño hecho de que la incorporación de Carlotto a las “Abuelas de Plaza de Mayo” posee una profusa curiosidad, la cual consiste en que ésta, mucho antes de haber recibido esa supuesta noticia anónima informando que su hija habría estado embarazada, ya estaría integrando el grupo “Abuelas de Plaza de Mayo”. ¿En carácter de qué lo integraba si todavía no era “abuela”?. Interesa la pregunta porque durante uno de los llamados “Juicios por la Verdad”, el 17 de Marzo de 2004 en La Plata, la misma Carlotto confesó: “Yo ya estaba trabajando incorporada a las Abuelas de Plaza de Mayo, ya fundadora desde Octubre del 77”[4] (no quedando claro el momento de su incorporación). Pero más allá de ello, prosigue Carlotto en ese mismo testimonio alegando que recibe la mentada información “en Abril del 78 cuando se acercó hasta la fábrica, hasta el negocio de mi esposo, una Señora vecina, de apellido Campos que había compartido con Laura el secuestro… Laura le pidió que fuera a ver a su papá para decirle que estaba bien, que estaba esperando un bebé en un embarazo de seis meses, que iba a nacer en Junio del 78”[5] (¿no había dicho en reportaje transcrito arriba que la información recibida era anónima?).
Otro dato por demás interesante, es que Carlotto mantuvo contacto con su hija (quien estaba en la clandestinidad pero no detenida) por lo menos hasta el 16 de noviembre de 1977 (jamás su hija en esos contactos le manifestó la noticia de estar con más de dos meses de embarazo). En efecto, relata Carlotto que “ella vivía con su compañero y a mí me llamaba por teléfono, cada semana o por lo menos cada 10 días y me enviaba una carta también, fechada el mismo día que me llamaba por teléfono para contarme como estaba… la última carta que recibí de Laura fue fechada el 16 de Noviembre del 77 y el último llamado fue ese mismo día también a la Escuela 43, donde yo ejercía la docencia… Luego el silencio, no hubo más cartas, no hubo más llamados”[6].
A estas declaraciones de Estela Carlotto (tan difusas en cuanto a fechas), se le sumaron los testimonios expuestos ante el Juez Bagnasco (quien desarrolló el caso “Carlotto” con pruebas insuficientes y rebuscadas), excepto por el relato de dos testigos que habrían también estado detenidos (la Sra. Alcira Ríos y su marido Luis Córdoba), quienes dicen haber visto a Laura Carlotto un mes después del presunto parto (ya que estos llegaron al lugar de prisión un mes después del hipotético episodio) y según ellos, la misma Laura les habría comentado haber tenido un hijo. O sea, no son testigos de embarazo ni parto alguno, sino que solo repiten palabras no verificadas de una persona confirmadamente muerta. Pero para potenciar el desconcierto, sendos testigos dicen en el mismo texto, que cuando conocieron a Laura, ésta les manifestó que había sido detenida aproximadamente en el mes de octubre de 1977. Lo cual no es cierto, pues hasta Estela Carlotto confirma su última comunicación con su hija el 16 de noviembre, y el Juez Bagnasco estima la detención el 26 de noviembre (10 días después de la última comunicación). Por ende, tenemos una diferencia de casi dos meses y además, de haber sido así y haber existido el embarazo y el consiguiente parto que los testigos dicen que Laura les contó, el estado de preñéz hubiese durado al menos diez meses y medio, lo que obviamente es imposible.
Como reza el viejo adagio, la carga de la prueba recae sobre aquel que afirma la existencia de un hecho. En el caso de marras, la agrupación liderada por Estela Carlotto “Abuelas de Plaza de Mayo” se aferró siempre a tres aristas:
1) Que hubo un “Plan Sistemático de Robo de Menores”
2) Que dentro de este plan se “robaron 500 niños”.
3) Que dentro de esos 500 niños se encontraría un supuesto nieto de Carlotto.
Al día de la fecha, a nuestro juicio ninguno de estos tres extremos nos parece clarificado ni probado. Vayamos a cuentas.
Respecto a la presunta existencia de un “plan sistemático de robo de menores” y que dentro de tan macabro propósito “fueron robados 500 niños”, nos encontramos con que estas últimas cifras no poseen respaldo documental alguno, pero que al igual que tantos otros desmanejos numéricos, han sido instaladas como slogan propagandístico. Por ejemplo, en cuanto al mito del “Plan Sistemático” promocionado por Carlotto y compañía, este se apoya fundamentalmente en que “las Abuelas” afirman haber “recuperado” más de 100 jóvenes (aunque en su site oficial de internet sólo se detallen fehacientemente 78 casos[7]) y que dicha “proyección” ascendería “a 500 casos”.
¿Y cómo llegan las “Abuelas” a ese coeficiente? Pues todo indica que usan y abusan de la presión mediática y política para disfrazar o engañar situaciones con la misma saña con la que confirmadamente mintieron, por ejemplo, en el sonoro caso de los hijos Ernestina Herrera de Noble.
En efecto, cuando las fuerzas legales durante la guerra antiterrorista efectuaban operativos y los guerrilleros eran detenidos o abatidos, en muchas circunstancias (y con motivo de la actividad delictiva de sus padres) quedaban sus niños en situación de orfandad o total desolación. Pero como los terroristas Montoneros poseían nombre de guerra, documentación falsa y mudaban permanentemente de casa, barrio, ciudad o Provincia, con frecuencia era muy difícil identificar a los abuelos o parientes cercanos de las desdichadas criaturas. Por ende, la acción de las fuerzas legales ante el desamparo de los menores se habría efectuado en el siguiente orden:
1) Entregarlo a la familia (abuelos, tíos, etc.) si había conocimiento de su existencia y localización fehaciente.
2) Si no se tenía datos acerca de parientes y consanguíneos, el menor era llevado entonces a disposición del juez de la jurisdicción correspondiente o autoridad competente, quien seguidamente lo derivaba a la Casa Cuna o institución pertinente.
Vale decir, en la medida en que el estado de guerra civil lo permitía, en el tema de marras se actuaba dentro del principio de razonabilidad y legalidad (tal el caso de la orden de Operaciones del Comandante de la Zona 1 o la orden emanada del Ministerio del Interior a la Policía Federal cuya autenticidad fueron avaladas por la fiscalía en la Causa 13). De este modo, se llevaron adelante 227 devoluciones de menores desamparados a familiares o autoridades pertinentes, lo que demostraría que por parte de las fuerzas legales, el “Plan Sistemático” aplicado fue la devolución[8] y no la sustracción.
Posteriormente, muchas de estas criaturas, una vez destinadas y alojadas en instituciones oficiales, eran adoptadas por diferentes familias o matrimonios que le brindaron su amor y educación, tal como suele ocurrir en la actualidad con menores en situación de adopción.
Pero ocurre que las “Abuelas de Plaza de Mayo”, posteriormente se dedicaron a efectuar una labor de rastreo (tras muchos años y con el auxilio estatal), consistente en tratar de contactar algún pariente biológico de esos menores (hoy adultos). De esta manera, lograron en ciertos casos conectar, por ejemplo, a determinados jóvenes con algún tío, abuelo o pariente de cualquier grado. Una vez localizado efectivamente el vínculo, se produce el televisado encuentro, y las “Abuelas” salen al ruedo arengando “recuperamos al nieto número X”.
Hasta aquí, más allá del uso político del drama en cuestión, la labor comunitaria de “Abuelas de Plaza de Mayo” lejos de ser criticable, es total y absolutamente encomiable, de la misma manera en que nos parece completamente el afán clarificador que dice perseguir la organización.
Sin embargo, es dable efectuar la siguiente aclaración: de los casos “recuperados” por las “Abuelas”, en la mayoría absoluta de ellos no se corresponde “robo” ni “plan sistemático” alguno. Efectivamente, de ese supuesto centenar de “recuperaciones”, las “Abuelas” meten en la bolsa circunstancias que por muchas veces rayan en el absurdo.
Por ejemplo, cuando todavía la cifra de “recuperados” rondaba en los 66 casos, las Abuelas publicaron un libro titulado “Niños desaparecidos – Jóvenes localizados – En la Argentina desde 1976 a 1999” (edición de diciembre de 1999) en el cual, detallan caso por caso los 66 episodios a través de los cuales arriban a esa cifra. Y del trabajo de marras, involuntariamente las “Abuelas” dan a conocer no sólo que el “Plan Sistemático de robo” no existió, sino que a efectos de abultar las cifras, colocan a “la marchanta” cualquier cosa que eventualmente les resulte funcional a la sumatoria de coeficientes.
En efecto, de esos 66 casos contabilizados por las “Abuelas” (y según consta en el libro de su propia autoría), 29 son niños devueltos a sus familiares o entregados a la Justicia de Menores (no hay “robo” alguno ni “recuperación”); 6 son casos de niños apropiados ilegalmente por otros integrantes de las bandas terroristas o vecinos (en este caso hay “robo” pero cometido por los terroristas o terceros); 11 son niños desamparados que estuvieron incomunicados como producto de situaciones anormales por causas totalmente ajenas a la guerra civil (tampoco existe “robo”); 6 corresponden a cuerpos N.N. identificados de mujeres embarazadas al morir en tiroteos en donde obviamente tampoco hay “robo” ni “recuperación” (y parece ser que afortunadamente y contrariando su ideología, en este ítems las “Abuelas” se muestran ad hoc a favor de considerar a la persona desde el momento de su concepción-); 2 corresponden al caso de niños accidentalmente muertos en un mismo tiroteo o enfrentamiento de sus padres y otros guerrilleros con las fuerzas legales (tampoco hay “robo” ni “recuperación” y los lamentables accidentes son producto de la irresponsabilidad delictual de sus padres al exponer a los niños en medio de los enfrentamientos) y ofrecen 12 casos más, que son los únicos episodios puntuales de niños comprobadamente apropiados de modo ilegal (de los cuales en solo dos de ellos hubo participación de algún miembro de las FFAA). De estos 12 casos, vaya todo nuestro enérgico repudio.
Con este heterodoxo modus operandi consistente en rejuntar y acumular casos a todo propósito y hasta fuera de propósito, se completó así la cifra de 66 “niños recuperados” difundida por las “Abuelas” en su propio libro, el cual, siguiendo con la misma metodología inclusiva de lo que venga, varios años después las Abuelas dicen que el número ya superó los 100 (aunque en su página de internet el listado oficial llega a 78 casos)[9].
Va de suyo que la reducida cantidad de menores en los que hubo algún deleznable ilícito imputable a miembros de las FF.AA. no puede ser indicio de ningún “plan sistemático”, en una guerra que duró diez años con unos 8.400 abatidos y desaparecidos por parte de la guerrilla y con al menos 227 devoluciones comprobadas de criaturas en situación de desamparo.
A pesar de ello, con insistencia y violando el principio jurídico y constitucional del “ne bis in idem”, cosa juzgada y juez natural, la justicia kirchnerista suele condenar a militares de diversas jerarquías acusándolos de haber participado en el mentado “plan sistemático”, lo cual no deja de ser una imputación curiosa, siendo que durante el mismísimo juicio a la Junta Militar en 1985, respecto al tema en cuestión el Tribunal alfonsinista ya se había expedido de manera rotunda de esta manera:
“Como se viera, del catálogo de delitos que el Tribunal consideró integraban el sistema, se han excluido: la sustracción de menores, la extorsión, el plagio y la usurpación. Ello implica la no atribuibilidad de tales ilícitos”[10] .
¿Entonces quiénes fueron los verdaderos culpables de este drama?
En rigor de verdad, toda la triste problemática y secuelas conexas, tienen por causa-fuente la irresponsabilidad e insensibilidad en cuanto al manejo, apropiación ilegal y exposición que de sus hijos hacían los mismos terroristas subversivos durante el fragor de la guerra por ellos desatada.
En efecto, los mismos protagonistas reconocen estas y otras circunstancias, tal como lo relata la guerrillera Marcela Durrieu (devenida luego en funcionaria menemista y pareja del dirigente Fernando Galmarini) quien cuenta “Todos te decían que cuando tenías que escapar o dejas a tu hija a salvo en un lado o te la llevas con vos. Es un dilema de hierro que no se puede resolver. Yo llevé a mi hija a todos lados. Tuve suerte y zafamos- recuerda jornadas en las que robaba para comer o le daba explicaciones absurdas a su hija de por qué dejaban un auto robado en la calle. “Lo dejamos Malena porque después vamos a tener otro mejor”, le decía” [11]. Para advertir el grado de irracionalidad de las terroristas, Durrieu explica que “A la noche, poníamos la cunita de Malena y las armas al lado (en lo primero que pensábamos era en cómo salir corriendo con un bebé en brazos). Habíamos hecho una ruta para escapar para la Panamericana“[12]. La colocación de los niños en situación de riesgo grave era permanente y al respecto confiesa la guerrillera Susana Sanz “Todavía recuerdo cómo yo trasladé materiales debajo de mi panza con ocho meses de embarazo. Al mes del parto, yo estaba militando de nuevo“[13].
Como si estas felonías fueran insuficientes, muchas veces los integrantes de la guerrilla utilizaban como escudos a sus hijos, tal como lo ha reconocido la guerrillera Miriam Trilleltesky, la cual al ser entrevistada la periodista le pregunta “¿Hubo oportunidades en que utilizaban niños para cubrir actos de terrorismo?” y Trilleltesky respondió “Se los utilizaban para ir a citas, para hacer tareas, se los llevaba a citas como cubierta”[14]. Pero el grado de inseguridad al que los terroristas sometían a sus niños, no se limitaba al lapso del combate o enfrentamiento, sino a todo el modus vivendi. La citada montonera Alicia Pierini expresa “Yo era militante montonera, además mamá de dos nenas chicas. Mariela nació en el 67 y Bárbara en el 68. Tuve ocho años de clandestinidad viviendo en casas compartimentadas, con contraseguimiento de ida y de regreso del colegio.- Viviana Gorbato: ¿Qué es una casa compartimentada? ¿Cómo es un contraseguimiento? -Pierini: Compartimentación quiere decir que pocas personas o casi ninguna saben donde vivís. Una compartimentación podía ser de dos modelos, una más blanda y otra más rigurosa. Una compartimentación más blanda es aquella en la que tus hijos saben volver a la casa por sus propios medios. Tu hogar está solamente compartimentado para los ámbitos políticos, organizativos, para los otros militares… Mis hijas iban y venían del colegio. Tuvimos otras casas más rigurosamente compartimentadas. Ni siquiera nuestra familia sabía. La gente venía a visitarnos tabicada…por ejemplo, cuando mi suegra (la mamá de Ernesto Jauretche, mi compañero de entonces) venía a vernos, primero se la llevaba a dar vueltas en auto y se le pedía que mantuviera cerrados los ojos, antes de llegar, para que nunca pudiera reconocer la casa. También, si se compraban facturas o masas en la panadería se sacaba el papel de envolver con la dirección. Teníamos fundas para los sifones. A los almanaques, también se les cortaba la propaganda del almacenero vecino. El visitante no debía tener el menor indicio de dónde estaba. Así viví durante ocho años”[15]. Cuenta Gorbato que “Alicia Pierini desde muy joven tuvo que combinar las mamaderas con los “embutes” (dispositivos especiales para llevar documentos, armas o plata)”[16]. Complementariamente, el Oficial Montonero Jorge Falcone relata que durante la guerra “hacía tres días que personal de fuerzas de seguridad estaba preguntando por nosotros…Era a fines del 77 y respondiendo a la estrategia que la organización Montoneros había trazado exitosamente, nos mudamos a barrios fabriles… Allí rescato a mi hija recién nacida y a mi esposa Susana Estela Carlotto, hija de la presidenta de las Abuelas de Plaza de mayo“[17] (y hermana de Laura Carlotto).
Otro dato clave que se suma a la confusión generada, era precisamente la desembozada práctica de tener hijos (con la misma frialdad de un coleccionista de estampillas) a efectos de “fabricar guerrilleros” y agigantar así la “familia revolucionaria”, pues “La tasa de natalidad creció, notablemente entre las militantes con la primavera democrática de mayo a junio del 73 y volvió a pegar otro salto en el 76 y 77… Este particular instinto de supervivencia explica por qué muchas mujeres tenían hijos pequeños o estaban embarazadas en el momento de ser “chupadas”[18]. Esta práctica irresponsable, es defendida como estrategia de guerra por Mario Firmenich, quien sostiene “han pasado los tiempos en que se pensaba que era correcto evitar tener hijos” agregando que “si hace treinta años los vietnamitas hubieran pensado de esa manera, no habrían tenido a nadie para ganar la guerra” y remata ”Los hijos son nuestra retaguardia“[19] .
El “Plan Sistemático de Robo de Menores” de la guerrilla
Visto y considerando que las fuerzas legales aplicaron un “Plan Sistemático” de devolución del menor (las 227 devoluciones así lo confirmarían), a contrario sensu, cabría indagar un poco acerca de cuál era la conducta de los guerrilleros ante un menor desamparado.
En efecto, dentro de las propias organizaciones terroristas, además de una política de adoctrinamiento revolucionario para con las criaturas, existía la “apropiación sistemática de menores”, consistente en quedarse con la criatura y no devolver el niño a su familia biológica. Así lo confiesa por ejemplo la guerrillera Susana Sanz “La organización sostenía que ante la baja de unos de nosotros el hijo debía ser criado por otro compañero. Eso tenía un fin predeterminado. Ese chico debía crecer en la moral revolucionaria, con la moral revolucionaria de una familia revolucionaria. Eso era lo que pensábamos nosotros, la organización.”[20] Confirmando este testimonio, Ernesto Jauretche (Oficial Montonero) admite que “Había una tendencia en el movimiento en su conjunto de rescatar a los hijos y ver cómo se podía… No siquiera entregarlos a sus familias…Había una concepción muy ortodoxa de que si la familia no contaba con la simpatía de la organización, tampoco le entregaban a su hijo”[21]. Cuenta la guerrillera Susana Sanz (cuadro de superficie de Montoneros) que a “los hijos de los compañeros los sentíamos como hijos propios, era una gran responsabilidad colectiva… pero visto desde hoy los chicos corrían muchos riesgos” [22]. La guerillera Alicia Pierini (quien luego cobrara un sueldo como Secretaria de DD.HH.) despersonalizando las tutorías y paternidades naturales explica “Los hijos eran un poco los hijos de la organización… Era una especie de padrinazgo”[23]. Complementariamente cuenta Jorge Rachid (ex secretario de Prensa y Difusión de Menem y militante en los 70), que “Paco (Urondo) y Alicia viven juntos y tienen una hija. Pero al poco tiempo los dos son asesinados en Mendoza. La nena se salva. Se llama Angelita (…) Rachid cuenta que su ex suegra trae a Angelita para Buenos Aires. Pero aquí la otra hija de Paco Urondo “reclama la nena para la organización”… Se produce un episodio que hace que mi cuñado me llame por teléfono a Neuquén pidiéndome por favor que viniera porque la organización le quería sacar a la nena para que no se criara en un hogar burgués- cuenta”… Estamos todos muy enfermos. Acabamos de recuperar la nena. La mamá está muerta. La nena está con la abuela y viene este apriete… Es de locos“[24].
Luego, de existir el supuesto nieto de Estela Carlotto, probablemente sería mucho más fructífero que la interesada en cuestión, en lugar de buscar vanamente en los ambientes castrenses, indague a los miembros de las bandas terroristas (a las cuales tiene afectuoso acceso) a fin de conseguir más y mejores datos al respecto, ya que tras tantos años de exhaustiva búsqueda, generosos apoyos económicos y auxilios estatales, los resultados obtenidos han sido vanos.
Finalmente declaramos los siguiente. En cuanto al dolor de Carlotto y afines por lo acontecido, vaya nuestro respeto total y absoluto. En cuanto a sus mentiras, distorsiones, intereses económicos y reivindicaciones al terrorismo local y trasnacional, vaya toda nuestra repulsa.
Nicolás Márquez
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