EL DOLOR Y LA POLÍTICA
Hace unos días, la Presidente Cristina Fernández de Kirchner presidió un multitudinario acto en el Club Huracán, bajo el pretexto de recordar al ex Presidente Héctor Cámpora.
El homenaje, por obra y gracia del amor, se convirtió en un lacrimógeno homenaje a otro difunto, el también ex Presidente Dr. Néstor Kirchner, QEPD.
Dentro de unos días se cumplen 29 años de la heroica RECUPERACIÓN DE LAS ISLAS MALVINAS el 2 de Abril de 1982.
No pude menos que establecer una “odiosa comparación” entre esta viuda, atragantada por un sollozo contenido, con los ojos llorosos, ataviada con un anacrónico y costoso luto, exponer públicamente su amor hacia aquél que fuera “su compañero de toda la vida” y las mujeres, silenciosas, anónimas, desconocidas, cuyos “compañeros de sus cortas vidas” dejaron las suyas muy jóvenes, muy valiosas, muy amadas, defendiendo su Patria. Dura comparación. Estas mujeres nunca precisaron una cámara para mostrar su dolor. No sólo soportaron y soportan la ignominia del olvido, del desprecio, de las dificultades económicas, de la traición, de la soledad, sino que valientemente llevan con honor el legado de GLORIA que ellos les dejaron para transmitir a sus hijos.
Hombres que murieron solos, lejos, sin nadie más que Dios para recibir sus últimas palabras, pero con los ojos llenos de esa bandera que gracias a ellos volvía a flamear en esa tierra devuelta a la Patria, izada con sangre argentina, para vergüenza del usurpador y admiración del mundo.
El dolor no se declama. El dolor que honra, que enaltece, se lleva con garbo. El dolor, cuando fructifica, se transforma en amor; jamás en odio o en venganza.
Por eso esa actitud soberbia de la Sra. Presidente, presumiendo ser el paradigma de la “viuda inconsolable”, que no está de acuerdo con su cargo, ni con su carácter, ni con su investidura, no produce compasión o simpatía, sino la certeza de una lamentable maniobra política que utiliza el dolor como argumento para una sensiblería pasajera, en los corazones más sencillos.
Próxima la fecha de aquella heroica jornada, vaya mi admiración y respeto hacia todas aquellas mujeres que, en la soledad de sus silencios, musitan una oración y gritan a quienes las quieran oír lo que gritan sus hombres desde las cruces de
¡¡¡Volveremos, Malvinas, volveremos!!!
María Delicia Rearte de Giachino
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