viernes, 1 de julio de 2011

EL ABUSO DE LA CADENA

En Argentina una cadena nacional es una transmisión que se realiza en forma conjunta y obligatoria con todas las emisoras que integran la Cadena Nacional de Radiodifusión y Televisión, y RAE, Radiodifusión Argentina al Exterior, con el objetivo de hacer llegar un cierto mensaje del gobierno a la mayor audiencia posible.
En una democracia donde rige el estado de derecho el uso de este tipo de transmisiones está generalmente limitado a casos de crisis nacionales, como las constituidas por una guerra o bien por cualquier tipo de desastre natural (terremotos, tornados, inundaciones). En los sistemas autoritarios o totalitarios, por el contrario, los gobernantes se valen de las transmisiones en cadena nacional para fines propagandísticos o bien para adoctrinar, someter o amedrentar a la población.
Esta práctica de transmisión conjunta provoca serias pérdidas económicas a las emisoras privadas, que ven su programación baldada con la consecuente pérdida de la publicidad ya pautada.
El presidente Richard Nixon usó la cadena nacional de su país para anunciar su renuncia a la presidencia tras el escándalo de Watergate, en agosto de 1974. El emperador japonés Akihito, que sucedió a su padre Hirohito en 1989, dirigió un mensaje en cadena nacional en marzo pasado, por primera vez en 22 años, para expresar su emoción por la calma con la que su pueblo actuó frente al terrible terremoto seguido del tsunami que causó miles de víctimas, y su agradecimiento a las naciones del mundo que se solidarizaron con su país.
Durante la primera mitad del siglo XX y con los progresos tecnológicos disponibles, el comunismo ruso, el fachismo de Mussolini y la Alemania nazi usaron las respectivas cadenas nacionales en forma indiscriminada y permanente para perseguir a los disidentes e instalar no solamente el terror, sino también los respectivos “paraísos” concebidos por Stalin, il Duce y Adolf Hitler.
En diciembre de 1961, a casi tres años del triunfo de la revolución que lideró y en un recordado mensaje transmitido por cadena nacional, Fidel Castro confesó “con entera satisfacción y con entera confianza soy marxista-leninista y seré marxista-leninista hasta el último día de mi vida”.A partir de ese momento, el dictador cubano hizo de las transmisiones en cadena un hábito nacional, llegando a parlar durante doce horas seguidas, mientras su juventud se lo permitía.
Por su parte, su admirador y discípulo bolivariano Hugo Chávez ha usado y abusado de la cadena nacional a su antojo, especialmente para eliminar a los disidentes y para convencer al mundo de las bondades de su “modelo”,lo que incluye también su programa semanal “Aló presidente”, donde supuestamente “escucha” y se interesa por sus gobernados. Un reciente estudio realizado por una ONG con sede en Nueva York y publicado en distintos medios digitales y gráficos del mundo -entre ellos El Universal de Venezuela- ha concluido que Chávez ha hablado alrededor de 1.300 horas por cadena nacional, emitiendo unos dos mil discursos por radio y televisión durante los diez años de gobierno que van desde 1999 hasta enero de 2010.
Desde que la Argentina retomara el rumbo democrático en diciembre de 1983, los sucesivos presidentes hicieron uso de este recurso del Estado en ocasiones relativamente escasas y que, en general, lo ameritaban. Raúl Alfonsín lo hizo en varias oportunidades, aunque no fueron excesivas, Menem prácticamente la descartó y Néstor Kirchner usó la cadena nacional solamente en dos oportunidades.
Sin embargo, su viuda, Cristina Fernández, después de convencerse de las maravillas de los decretos de necesidad y urgencia, descubrió casi por azar los beneficios que le reportaba el uso de la cadena nacional para fines proselitistas. Su primera aparición fue en mayo de 2008. Desde entonces, la presidenta de todos los argentinos no solamente ha usado y abusado de las transmisiones en cadena por motivos intrascendentes, sino que ha instaurado una manera particular de llevarlas a cabo.
Digitando prolijamente sus estudiados parlamentos, CFK usa frecuentemente el Salón de los Patriotas Latinoamericanos de la Casa Rosada, presidido por la imponente imagen del Che Guevara, haciendo que las cámaras de televisión la tomen de frente y perfil ante el atril (no sentada frente a un escritorio), alternando las tomas entre “Ella” y la concurrencia y registrando minuciosamente todo el campo visual, mientras la presidenta se dirige a un auditorio colmado mayoritariamente por personas de sexo masculino (gobernadores y gente de la farándula), la claque incondicional, que asiente, sonríe y aplaude, festejando el más mínimo de sus mohines circenses o expresiones vacuas. Hasta hace poco se detectaban también en el recinto -y eran enfocadas con insistencia- algunas presencias femeninas con sus cabezas tocadas por pañuelos blancos, que ahora, curiosamente, brillan por su ausencia.
Es cierto que no se puede achacar solamente a la gestión K, iniciada en mayo de 2003, el uso exagerado de los recursos del Estado, pero sí es verdad que tal vez pase a los anales de la historia nacional como la administración más corrupta -lo cual no es poco decir-, y que jamás rindió cuentas de los siderales fondos desaparecidos en distintos agujeros negros ni de la flota de aeronaves que los Kirchner han usado para trasladar desde muebles y objetos para sus propiedades en Calafate, hasta para hacerse llevar los diarios del día o trasladar a la “nena” a una fiestita de cumpleaños.
El uso de los recursos del Estado, entre ellos la cadena nacional de radio y televisión, debe ser realizado con prudencia y mesura por parte de quienes detentan transitoriamente el poder, y exige, además, el monitoreo permanente no sólo por parte de los organismos e instituciones competentes, sino de la ciudadanía a partir de la cual ese poder ha emanado

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