jueves, 14 de julio de 2011

Se tensa la cuerda


No hay nada más peligroso para quienes se dedican a la política que la confusión que impide tomar decisiones. No hay peor consejera, en los momentos de crisis, que la duda y la sensación de estar parado sobre un tembladeral legítimo y recurrente. Eso es lo que le sucede a Cristina Fernández de Kirchner, a quien parece que el mundo se le derrumbó después del traspié electoral del domingo último. Tan es así, que el mar de rumores que avanza sobre el gobierno no responde a una acción psicológica ni a malas intensiones premeditadas, sino que expresa una realidad que amenaza con convertirse en incontenible. Una demostración simple y menor -ya iremos a las más importantes pese al vértigo que las modifica minuto a minuto- es el confuso episodio que rodeó al incendio y destrucción intencional de dos kioscos de venta de diarios ubicados en el Mercado de Concentración de Frutos, a los que se les “sugirió”que no vendieran más el matutino Clarín, que allí registra un alto nivel de circulación. Ante la negativa de los kiosqueros, manos anónimas, aunque no tanto, cometieron ese delito. Por tratarse de un ámbito donde los secretos prácticamente no existen, todas las miradas convergieron sobre la Secretaría de Comercio Interior y, en consecuencia, comenzó a circular el nombre de su titular, Guillermo Moreno, y, como suele suceder en estos casos, a tratar de restringirse la información sobre lo sucedido, pese a que de una u otra manera se involucró a un diario.
Simultáneamente, mientras las noticias van y vienen sobre diferencias internas protagonizadas por dos altos funcionarios -como ayer lo dio a conocer esta hoja-, otras diferencias serían más notables. Por ejemplo, en medios que tienen motivos para conocer de estas cosas, se dice que ahora Horacio Verbitsky medita acerca de la conveniencia de exponerse en la cúspide del poder como lo hizo a lo largo de la trayectoria del kirchnerismo y, como quien deshoja una margarita en silencio y sin suspiros, prepararía no sólo una retirada disimulada al comienzo y más explícita después. En tal sentido, algunas fuentes creen encontrar una explicación en la gaffeocurrida hace unas horas por el pequeño pasquín Página 12 que él controla, al consignar las declaraciones de Fito Páez, que no ahorró calificativos para demostrar su disgusto por las elecciones que le dieron el triunfo al PRO. Un hombre de la frialdad y experiencia de Verbitsky no podía -ni puede- ignorar el resultado adverso que producirían las palabras del colega musical de Amado Boudou, tal como quedó registrado en diarios, revistas, programas televisivos y radiales. Incluso, elementos representativos de la izquierda resolvieron censurar a Páez, lo que es toda una señal acerca de lo que podría suceder el próximo 31 cuando se produzca la segunda vuelta.
En tal sentido, las versiones indicativas de una posible suspensión de esos comicios tienen su asidero, pese al capricho que dio un tono agudo a la respuesta negativa de la Presidente cuando se le hizo la consulta. Así, parecería que el ideologismo mantendrá a rajatabla la decisión de exponerse a un verdadero terremoto electoral que seguramente estará precedido por otro en una provincia tan importante como Santa Fe, donde Miguel del Sel ya tendría asegurado el segundo puesto y con serias posibilidades de ponerse en situación para aspirar a la gobernación. De todos modos, Santa Fe es otro distrito que ya se aleja del gobierno central, sea a través de este candidato o del socialismo. Concurrentemente, se afianza la perspectiva de resultados similares, aunque con otros rótulos o tal vez peores por aquello de que no hay peor astilla que la del mismo palo, como sucederá en Córdoba, donde han vuelto a fracasar las consultas con el rebelde De la Sota.
Pero lo peor, lo más peligroso para el oficialismo y hasta sorprendente para todos, es el caso de la provincia de Buenos Aires -dicho sea de paso, el primer distrito electoral del país-, donde el silencio de Daniel Scioli se hace cada vez más pesado. Enigmático para algunos, significativo para otros e importante para todos los analistas que, pese a los sobrados antecedentes del comportamiento político del gobernador, aprecian con fundamento que son algo más que una sospecha los contactos que mantiene con quien parece dibujarse como el candidato de mayor expectativa nacional: Eduardo Alberto Duhalde. Ya es un secreto a voces que los intendentes del conurbano y que aquellos que mejor representan al peronismo ortodoxo están más que disgustados con la Casa Rosada por la discrecionalidad del dedo de Cristina para elegir candidatos, con el agravante que se profundizaron las viejas heridas abiertas por la izquierda de los años setenta, que ha vuelto de la mano de viejos nombres como Dante Gullo, Carlos Zannini, Carlos Parrilli, Carlos Kunkel y otros pocos que se destacaron por los hechos dolorosos de esa época. Y ha sucedido algo peor que no por conocido y reiterado debe repetirse: la irrupción en la escena de jóvenes prácticamente desconocidos que aparecen en puestos que los pusieron en carrera política. Dejemos de lado por un momento la rentabilidad que les produce esta verdadera aventura y digamos que la izquierda tiene esas cosas que la muestran como renuente a aceptar un rechazo popular. Es la izquierda teórica, que cree que, por la sola circunstancia de serlo, puede aspirar a lograr un obligado respaldo mayoritario pese a que todos los indicadores muestran que, en los más diversos niveles de expresión, el argentino medio aspira a que rija un sistema de orden, seguridad y con posibilidades de progresar. Nada más alejado de las ideas socialistas.
Ahora que Hugo Chávez promete abandonar la escena activa, Cristina ha perdido su inspiración continental, pese a que el Foro de San Pablo posee un proyecto de amplitud regional, la marcha del mundo avanza en sentido contrario. Aunque ella no se dé cuenta, estos son los componentes simples del escenario, simples, repetimos, pero suficientes para prometer un rotundo y estrepitoso fracaso si se sigue el rumbo por el que avanza el nunca bien definido modelo kirchnerista. Además, hay problemas más específicos que hacen a la vida cotidiana. Ya nadie ignora el malestar que por múltiples razones existe en las fuerzas policiales, con su correlato de inseguridad amparada legalmente, lo que hace que el terreno sea cada vez más pantanoso. Ahora se incorpora a este panorama el malestar que ha surgido en la Prefectura Naval, una de las Fuerzas elegidas para apoyarse frente a cualquier contingencia. Podríamos añadir más elementos para esta alarma que se ha instalado y amplía en el terreno electoral y así, comentar, por ejemplo, el escandaloso crecimiento del narcotráfico, de la corrupción y de los errores administrativos de los que parece formar parte una idea peligrosa que no se soslaya en las nerviosas conversaciones que se mantienen en la Rosada y en Olivos: aplicar una progresiva firmeza sobre la oposición, sobre cualquier oposición, y confundir a sus factores en uno solo que, a la inversa de lo buscado, hará desbordar las urnas en octubre. Esa idea sería, por ejemplo, la que ha llevado a generar presiones sobre un militar uruguayo con prisión domiciliaria y seriamente enfermo, profundizar las incomodidades a militares argentinos presos en Bahía Blanca en condiciones que hasta los mismos jueces reconocen de hecho, perseguir abiertamente las disidencias periodísticas y otras lindezas que apuntan a la conformación de un Estado policial en plena campaña política. Saquemos las conclusiones.

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