lunes, 4 de julio de 2011

¡MIEDO!

El miedo forma parte del ser humano. No es un sentimiento deshonroso; sentir miedo ante determinados peligros, reales o imaginarios, es normal y no debe avergonzarnos. El problema es lo que hacemos con nuestros miedos.
Si enfrentamos el miedo y solucionamos aquello que nos lo produce, si nos hacemos dueños de nuestro miedo y lo domesticamos, ¡bien!, eso es honroso. El problema es cuando el miedo se hace dueño de nosotros y maneja nuestras decisiones.
Los argentinos tenemos miedo. Mucho miedo. Y estamos dejando que los miedos nos manipulen, opten por nosotros, nos obliguen a escondernos detrás de algo, o nos convierta en resignados, indiferentes, mansos, me atrevería a decir, en habitantes cobardes.
Los argentinos tenemos miedo. Miedo a expresar nuestras ideas, si estas no coinciden con lo “políticamente correcto”, previamente estipulado por los medios bendecidos por el gobierno y su generosa pauta publicitaria (siempre a través de la obediencia debida).
Los argentinos tenemos miedo por culpa de la inseguridad. Nadie sabe si al finalizar el día nosotros y nuestra familia, llegaremos a nuestras casas, sin haber sido asaltados, violados, robados, atracados, heridos o asesinados. Tenemos miedo a la droga que avanza, con respecto a nuestros hijos.
Los argentinos tenemos miedo. La mayoría no sabe si llega a fin de mes. La inflación real no da respiro, la clase media, cada día más reducida, no sabe cómo enfrentar aumentos en expensas, combustible, prepagas, colegios y ¡comida!
Los de menores ingresos sobreviven en malas condiciones gracias -deben agradecerlo votando fielmente a quienes les ordenen votar- a los planes “no” trabajar, asignación por hijo, o cualquier otro invento clientelista del gobierno. Y tienen miedo de perder los planes, por lo que rechazan trabajo genuino.
Los jubilados, más de 4 millones, la mayoría con jubilación mínima, es decir que en mano no llegan a los $1.200 por mes, se mueren a pesar de las magras ayudas que les aportan los hijos, cuando pueden.
Los argentinos de a pie tenemos miedo y hasta ahora no hemos hecho nada para revertirlo. Como escaso y pobre consuelo, pareciera que los que se las arreglan para que vivamos con miedo, a su vez, tienen miedo.
El PJ ortodoxo, le teme al FPV. Los “barones” del conurbano le tienen miedo al gobierno nacional. Y eso que Daniel Scioli es el gran elector, ya que si no se gana con amplitud la provincia de Buenos Aires, es difícil ganar la presidencia.
Sin embargo, Scioli permitió que Cristina le impusiera a su vice, o sea a Gabriel Mariotto, cuando él quería a Pampuro. ¿Tiene miedo el gobernador? Si, por lo menos tiene miedo que no le den la parte de los impuestos que le corresponden a la provincia.
La mayoría de los gobernadores, los del FPV, los aliados transversales y los poquísimos opositores (¿hay?), todos tienen miedo a no recibir su cuota de coparticipación y no poder pagar los sueldos de las administraciones provinciales.
Y todos los representantes, diputados y senadores, tienen miedo de cambiar la pésima ley de coparticipación federal, ley que somete a las provincias al gobierno nacional y las pone a su servicio, olvidando que según la Constitución Nacional, somos federales.
Mamá Hebe tiene miedo de lo que pueda decir Schoklender. El ejecutivo nacional tiene miedo que mamá Hebe pueda recordar, de pronto, que en los años difíciles de los 70, los Kirchner nunca se enteraron que existían las Madres, ni preguntaron por sus hijos.
Schoklender, apenas se destapa el gran fraude en contra de personas necesitadas y con dineros de nuestros impuestos, regalados por el ejecutivo sin ningún control, da un único reportaje a un canal de Clarín, el gran enemigo del gobierno, mandando un mensaje mafioso.
Dice Sergio, en traducción libre: “investíguenme, yo hablo”. Lo que mete el miedo suficiente como para que, curiosamente, don Sergio ande libre, pudiendo quemar, esconder o sacar del país todo aquello que pueda comprometerlo. Eso, en un país donde lo primero que hace un juez es encarcelar al acusado de turno, con o sin razones para ello.
Es obvio que Schoklender está amenazando a varias personas que han de estar involucradas en el mal manejo de los dineros. Por alguna razón, de los 17 intendentes en cuyos municipios se firmaron contratos con la Fundación de Madres para construir viviendas, al ser llamados por el congreso para declarar, ni uno solo se presentó.
Tienen miedo. Todos los intendentes aducen que los contratos se firmaron entre el ejecutivo nacional y la Fundación Madres, pero por lo menos en el caso de Tartagal, el intendente Leavy, firmó en su nombre.
Tiene miedo el rating televisivo, cada vez que la presidente irrumpe en cadena nacional, de la que hace uso y abuso; los televidentes, alrededor de 400.000, cambian de canal. ¿Nadie se anima a decírselo? No, porque tienen miedo.
Moyano le tiene miedo al poder judicial, manejado por el ejecutivo. Están los medicamentos truchos, el pedido de informes de Suiza por Covelia y algunas otras menudencias. Por su parte, el FPV le tiene miedo a Moyano que puede paralizar el país.
Por ahora, y gracias a ese miedo, “la cancillería se ha convertido en un aguantadero”, según Graciela Ocaña, al enterarse que el canciller le niega a Suiza las explicaciones que este país requiere, sobre Moyano e hijo.
El campo, los empresarios y los industriales, le tienen miedo a Moreno. El INDEC le tiene miedo a la verdad. Los candidatos le tienen miedo a las encuestas reales. La mayoría de los encuestadores tienen miedo que no los contraten.
Todos le tienen miedo a la Cámpora, que nadie sabe muy bien qué es. Tiene el nombre de un dentista conservador de San Andrés de Giles, que actuó en nombre de Perón, llegó a la presidencia gracias a Perón y lo traicionó. Duró 49 días en el sillón de Rivadavia. ¿Por qué honrarlo? ¿Por mediocre, por traidor?
Todos se miran de reojo, todos le tienen miedo a todo y a todos, no saben de dónde puede provenir el golpe certero que los sacará del juego del poder; nadie está seguro de contar o seguir contando con el favor real. Privilegios de la discrecionalidad presidencial.
Y el pueblo, inmóvil, paralizado, mira por TV cómo las figuritas del poder intercambian lugares, vienen y se van, nadie sabe porqué. Todos se amenazan con carpetas, todos han de tener delitos y pecados que ocultar. La transparencia en los actos de gobierno es un bien inexistente, del que tienen memoria los muy ancianos y desconocen los jóvenes. Cristina, ¿tendrá miedo? ¿A quiénes y a qué? Sería interesante saberlo.
Winston Churchill decía que “el coraje es el miedo que ya rezó sus oraciones”. Republicanamente, votar es una forma de rezar. Hubo un tiempo en que Argentina se construyó y se constituyó a fuerza de coraje. Es hora de volver a tenerlo. Las elecciones están cerca.
Por Malú Kikuchi

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