En marzo pasado, el kirchnerismo se entusiasmó con la idea de arrebatarle al sciolismo y los intendentes del conurbano una importante cantidad de concejales, diputados y senadores provinciales y hasta algunos intendentes. La herramienta elegida fue la colectora de Martín Sabbatella, orientada a captar votos progresistas y del peronismo de izquierda. Pero dos semanas atrás, se lanzó el Frente Amplio Progresista con Hermes Binner al frente y uno de sus efectos fue debilitar a Sabbatella, que al mismo tiempo era golpeado indirectamente por el escándalo Schoklender que alejó de la Casa Rosada a una parte de la izquierda.
Con un Sabbatella cada vez menos significativo en las encuestas, esta estrategia quedó bastante desarticulada. Entonces, el juego pasó a otro nivel. O sea, colocarle a Scioli un comisario político que sea el reaseguro de la Casa Rosada en caso de que aquél intente proyectarse como el candidato natural del peronismo para el 2015. A diferencia de lo ocurrido con Sabbatella, esta operación fue un éxito.
La pinza
Pero hay más. Una tercera operación -ahora en plena ejecución- apunta a arrebatarles a Scioli y a los intendentes una porción importante de los cargos en juego. El intendente de José C. Paz, Mario Ishii, es el encargado del nuevo emprendimiento. En una empresa que parece lírica, presentó listas para concejales, intendentes, legisladores provinciales y gobernador en los 135 distritos de la provincia. Al competir con Scioli en la primaria del Frente para la Victoria del 14 de agosto, Ishii busca movilizar el voto kirchnerista y también algunos progresistas decepcionados con Sabbatella. De acuerdo al sistema que se aplicará en la primaria, la minoría que alcance el 25% de los votos se quedará con una cuarta parte de las listas. Contando con el caudal kirchnerista y algunos votos progresistas, Ishii podría, por adentro del FpV, conseguirle a la Casa Rosada el resultado que se le escapa de las manos a Sabbatella, que lo intentó por afuera.
De llegarse a esto, el kirchnerismo se expandiría en los cargos y le restaría sustentabilidad al segundo mandato de Scioli. La insaciable voracidad K por los cargos se explica en parte por sí misma: el Gobierno cree que sólo puede seguir adelante si toma el control de todos los resortes del poder político. Pero, como el apetito viene comiendo, no hay que descartar que la operación de pinzas que protagonizan Mariotto e Ishii pueda ser, más adelante, la base política para una futura ofensiva en gran escala contra el gobernador. En este sentido, la extrema docilidad puesta de manifiesto por Scioli le está facilitando sobrevivir. Pero tal vez no tenga demasiado en cuenta que hasta ahora al Gobierno esto le conviene. Si esta ecuación cambia, Mariotto e Ishii podrían convertirse en sus verdugos.
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