LOS ENFERMOS MENTALES NO VOTAN, HEBE SÍ
Desde el hospital nacional para enfermos mentales José Tiburcio Borda, más conocido como “el Borda” a secas, y del contiguo símil para mujeres Braulio Moyano, han llegado dos angustiantes noticias casi simultáneas. La primera es que hace casi dos meses que no tienen gas. La segunda es que murieron dos internos en un incendio que se verificó en la unidad carcelaria del Borda.
No es la primera vez que este complejo neuropsiquiátrico es noticia, ya que lo ha sido con cierta frecuencia por su estado de abandono, tanto en lo que hace a lo edilicio como a los pacientes allí internados. Según trascendidos, la falta de gas se intentó paliar con reemplazos eléctricos, pero éstos se quemaron. Resultado: los internos tienen frío, comen los alimentos sin calentar, no se cambian la ropa porque las lavadoras no funcionan y no se bañan porque los calefones son a gas.
Al parecer, para la dirigencia política los internos -y también los empleados de estos lugares- son la escoria de la sociedad. Claro, los enfermos mentales no votan, y por lo tanto no existen. En cambio, sí vota la desagradable presidente de las Madres de Plaza de Mayo, Hebe Pastor de Bonafini, que además “administra” y manipula varios miles de votos de los argentinos que mantiene como rehenes con los planes de vivienda que regentea. Desde 2003 es la beneficiaria de más de 300 millones de pesos provenientes de los impuestos de todos los compatriotas, y que doña Cristina le pasa graciosamente y sin ningún control ni rendición de cuentas a través del ministro Julio De Vido.
En el caso de su famoso plan de viviendas populares denominado pomposamente “Sueños compartidos” no se le exigen ni siquiera los certificados de avance de obra. Por si fuera poco, está saliendo a la luz que hay muchas menos casas ejecutadas que las declaradas, que el costo unitario es el doble de otros planes similares y que se facturan pequeñas viviendas de madera, aluminio, poliestireno expandido (telgopor) y piso de tierra como si fueran mansiones en los countries más lujosos del país.
Hace un tiempo fue noticia que la señora del pañuelo blanco había librado, en nombre de la fundación que preside, más de un centenar de cheques sin fondos por un total cercano a los 2 millones de pesos. Cualquier mortal de a pie que ose emitir tres cheques sin respaldo en el lapso del año calendario encontrará su cuenta cerrada por el Banco Central, excepto, por supuesto, la inefable madre de las Madres.
Por su parte, el doble parricida Sergio Schoklender, hijo adoptivo del personaje de la gran boca, amenaza ahora con hablar. Apenas se difundió la trifulca con su súper madre, se despachó con una serie de mentiras, como es habitual en la gente de extrema izquierda. Afirmó haber ganado tanto dinero con su profesión de abogado y con el desarrollo de unas ignotas “patentes” como para justificar su mansión en José C. Paz (más grande que la quinta de Olivos: 19 habitaciones y 14 baños, y que milagrosamente comprara por la exigua cifra de 98 mil dólares), como así también el yate de medio millón de dólares y los dos aviones biturbohélice en los que se mueve, entre otros lujitos. Además, se ufanó de poder adquirir “una Ferrari” si se le daba la gana. Lo cierto es que sus declaraciones en la Afip como monotributista revelan exactamente lo opuesto.
Obviamente, Schoklender no vive en las taperas que construye para los pobres, a los que además explota, ya que muchos de los trabajadores que emplea en la construcción de las viviendas cobran magros sueldos y “en negro”, como han denunciado varios de sus ex empleados.
Un querido amigo solía afirmar en su programa radial que había que separar la culpa de la responsabilidad. Ante los hechos recientes en el caso de la constructora “soñada”, primero deben aparecer los responsables y luego se juzgará al culpable. Sin embargo, es imperativo que se investigue, se encuentre a los responsables y se castigue a los culpables, caiga quien caiga y sea quien sea, Hebe de Bonafini, Cristina Fernández, Julio De Vido o Sergio Schoklender.
Será tal vez una forma de sanear la política corrupta en la que estamos inmersos y de “blanquear” a los eternos postergados (jubilados, docentes, presos, aborígenes, enfermos mentales, entre otros) que lo son solamente por su incapacidad para “parar” el país en lo que hace a la actividad económica. En el caso de los presos y los enfermos mentales el panorama es aún más grave: estos argentinos indefensos no cuentan como ciudadanos, ya que al no votar no son objeto de ningún programa especial para ellos (al estilo “libertad para todos y todas” o “salud para todos y todas”).
Por el contrario, tanto el camionero Moyano (o el sindicalista de turno) como la madre putativa de los argentinos (y también la abuela correspondiente) son personajes de cuidado, no solamente por sus frecuentes alteraciones al orden social y el permanente saqueo a las arcas del estado, sino por tener cautivos de sus caprichos a los sucesivos gobiernos y a la comunidad toda, especialmente en los años electorales como el que estamos transitando.
© Raquel E. Consigli y Horacio Martínez Paz
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