A fines del 2010, el sitio Wikileaks reveló que la Casa Blanca había pedido información sobre la salud de Cristina. Los agentes comprometidos en la investigación hallaron que toma Zentius, un antidepresivo en base a la droga citalopram.
El informe (probablemente de la CIA) señalaba que Cristina comenzó a tomarlo en el 2005, al estallar el escándalo conocido como Valijagate, por las misteriosas valijas que llegaron desde Venezuela, con cerca de 80 mil dólares en efectivo.
Las filtraciones de Wikileaks no revelaron nada nuevo a los argentinos. En 2006, la revista Noticias había publicado las infidencias del psiquiatra que atendía a la jefa del Gobierno. Entonces se supo que le estaban recetando Rivotril, un ansiolítico de uso común en Argentina. En su dosis mínima de 0,5 milígramos y en combinación con un antidepresivo, dicho medicamento previene los picos de estrés. Los portavoces del Gobierno no hicieron nada por desmentir tales informaciones y tampoco hacía falta. ¿Qué estadista, empresario o incluso ciudadano común no recurre a esa mezcla para sobrellevar el vértigo de la vida moderna?
Las complicaciones en el caso de Cristina, surgieron a raíz de los efectos secundarios de los fármacos, sumados a la creciente presión psicológica que debe soportar. El Zentium acentuó en la presidenta, su predisposición congénita a las abruptas caídas de la presión arterial. La frecuencia de esos bajones aumentó tras el fallecimiento de su esposo Néstor Kirchner. A partir del 27 de octubre del 2010, los episodios de lipotimia se volvieron tan frecuentes, que la propia víctima acuñó una expresión para describir el efecto que le producen: el “pum para abajo”. Un desgano total, una obnubilación de los sentidos que sólo puede superar aislándose de los asuntos de Estado y de los colaboradores que, según se avecina el 23 de octubre, fecha de las elecciones, la acosan para que anuncie su candidatura.
Desde diciembre del 2010 a esta parte, Cristina ha tenido cinco recaídas que la han obligado a suspender sus actividades. La última se produjo la semana pasada, cuando canceló un viaje a Paraguay, “por las condiciones climáticas”, que imperaban en ese país.
El 'horror' que provoca la Casa Rosada
Los expertos señalan, un neófito también podría hacerlo, que los “pum para abajo” son la manera en que la viuda de Kirchner somatiza el horror que le provoca la idea de permanecer cuatro años más en la Casa Rosada.
“Es escalofriante la forma en que los políticos de su entorno la empujan para que postule otra vez a la presidencia. Es claro que la ven como un objeto y no como un ser humano. Pero lo más escandaloso es que los médicos no se preocupen de ella”, dijo a El Mundo, el psiquiatra Ariel Corsi, La responsabilidad de hacerlo recae principalmente en el doctor Luis Buonomo, jefe de la Unidad Médica Presidencial y amigo de la familia.
Si bien en las últimas semanas debió atender una emergencia familiar, una vez resuelto el problema Buonomo debería estar al lado de su paciente y no parece que lo haga.
Para contrarrestar la caída de la presión arterial, Cristina bebe Gatorade en su versión Orange Ice, rica en sales minerales y toma etilefrina, una droga con efecto anti-hipotensor. Y como además sufre de dolor en las cervicales, los médicos le recetaron el antiinflamatorio Diclofenac y Pridinol para relajar los músculos. Para combatir la disfonía, otro síntoma de ansiedad, toma corticoides por vía oral. “Cualquiera entiende que la presidenta requiere un monitoreo constante para regular la dosis de todos esos fármacos, con sus indicaciones y contraindicaciones”, afirma el psiquiatra Ariel Corsi.
¿Quién se ocupa de esa tarea? ¿Quién se preocupa realmente del bienestar de Cristina Fernández? La última vez que su esposo ingresó en el hospital, por la obstrucción de la carótida, sus médicos dijeron que “Néstor está bárbaro” y de tan bien que estaba, a los pocos días falleció.
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