viernes, 6 de mayo de 2011

La Universidad, un lujo para los más pobres



Los jóvenes de Clase Baja y Media que estudian en el país, disminuyeron considerablemente en el quinquenio 2005-2010, marcando una gran contradicción con el discurso oficial que marca un fuerte crecimiento de la inclusión educativa. Los números que dejan al descubierto el mal manejo que vive la Educación en el país.
En la Argentina estamos acostumbrados a que los políticos cuando son oposición tienen todas las soluciones para los problemas de la sociedad, la educación entre ellos, pero cuando son gobierno y hay que hacer algo con ella, recurren siempre a la excusa de que los fondos no alcanzan, que no hay dinero y que hay que arreglarse con lo que hay.

Mientras las escuelas se caen a pedazos, no hay calefacción en invierno ni refrigeración en verano, son los mimos profesores los que tienen que llevar las tizas para dar clase y tienen que funcionar como psicólogos y trabajadores sociales por las necesidades que pasa la gente; en el gobierno los fondos reservados aumentan, y los superpoderes para distribuir partidas extras del Jefe de Gabinete, no se recortan y no hay a quien pedirle explicaciones sobre el destino que se le dan a esos fondos, que en su mayor parte van a pagar la parte sucia de la política.
Es necesario que desde el Estado se planteen políticas acordes a lo que necesita la ecuación hoy en día, y la escuela vuelva a tener el papel preponderante que se merece en cualquier sociedad que se dicte civilizada. Se deben brindar las armas para que se pueda aprender con igualdad de oportunidades, y eso sólo se hace con decisión política y encarando políticas activas que tiendan ala inclusión y que permita el acceso y permanencia de los estudiantes.
Si la escuela pasa a un segundo plano, la inseguridad y los riesgos que se corren diariamente en cualquier esquina del país, continuarán agravándose y se verá un problema sin final, y cuya solución puede parecer muy lejana. El Estado debe ser capaz de generar educación y proyectos a futuro para nuestros jóvenes, para que el delito no sea una salida a su situación personal muchas veces denigrantes, con familias enteras sumergidas en lo más profundo de la pobreza sin visos de de tener un porvenir mejor que lo que viven en la actualidad.
Un trabajo de la consultora privada EPM, sobre datos comparativos de TGI-IBOPE entre 2005 y 2010, muestra que la cantidad de jóvenes de entre 20 y 25 años que estudian descendió un 15 % en ese lapso. Al analizar los porcentajes por nivel socioeconómico surge que en los sectores bajos el descenso fue del 34 % y en los medios, del 18 %. En los altos, en cambio, hubo un aumento del 7 %.
La encuesta, sobre 1.200 casos en ciudades de más de 50.000 habitantes de todo el país, revela que el Norte argentino y Cuyo son las regiones donde esta realidad pega más fuerte. En el promedio del país, estudian 2 de cada diez jóvenes de nivel socioeconómico bajo y 5 de cada diez de nivel medio. La proporción trepa a casi 8 en el nivel alto.
Otro dato preocupante de la encuesta es la cantidad de jóvenes que, además de no estudiar, tampoco trabaja: pasó del 28 % en 2005, al 34 % en 2010. Y entre los que estudian, los que trabajan son más: pasaron del 29 % al 33 %.
El documento Anuario 2008 de Estadísticas Universitarias (el último disponible) muestra que la matrícula en las universidades públicas cayó a partir de 2002, mientras que las de las privadas subió mucho. Las estatales pasaron de tener 305.614 nuevos inscriptos aquel año, a 271.428 seis años después. Las privadas pasaron de 53.650 a 93.800.
La tendencia se aprecia en la matrícula de las universidades privadas: la Universidad Católica pasó de 16.900 estudiantes en 2005 a algo más de 19.000 en 2008. En el mismo periodo, la UADE (Universidad Argentina de la Empresa ), pasó de 17.400 estudiantes a 21.680. Y la Universidad del Salvador, de 14.690 a 18.160. En el periodo 1998-2008, la tasa de crecimiento de las universidades privadas duplicó a la de las públicas.
Además de la deserción, otro problema es la cantidad de alumnos que se recibe: sólo el 12 por ciento, promedio que se estancó notablemente en la última década. En países desarrollados la tasa de recibidos es del 25%.
Esta democracia en la que vivimos, es hoy en día, más democracia teórica que práctica. La misma propone igualdad de oportunidades, educación gratuita y libre acceso social a las profesiones, pero la libertad que de verdad poseemos es mucho más libertad para los que disponen de más medios que para otros. Los otros, los pobres, los que nacieron humildes y condenados al fracaso, no tuvieron acceso a un sinnúmero de oportunidades, por lo tanto es mentira que la mayoría sean incapaces, sólo tuvieron distinta suerte.
Los objetivos a los que el gobierno nacional debería apuntar para una excelencia educativa, son sencillos, primero, recuperar la concepción humanista de la educación y darle un mayor desarrollo; segundo, incorporar como valor fundamental el respeto a la diversidad; y tercero, evitar profundizar la fragmentación social que se da a través de la aplicación de modelos que dicen ser inclusivos, pero que sólo responden a intereses mezquinos y ajenos al ideario popular.
Desde el Estado nacional debe darse el debate de saber ¿qué país queremos para nuestro y para el futuro?, y a partir de allí, generar el Plan Estratégico que dé respuesta a la inequidad, a la exclusión, inclusión y justicia social, que tanto se pregona desde los atriles y actos públicos, pero pocas veces llevadas a la realidad, para que a partir de allí con su profundización sean las instituciones educativas.
Un país sin educación, es un país fácil de dominar y de someter, por lo que es una tarea pendiente por parte del Estado (y lo ha sido desde el regreso de la democracia allá por 1983), brindar todas las armas del conocimiento necesarias a la población, para que de esa manera el individuo se pueda desarrollar y crecer en la vida.
Fuente: www.agenciacna.com

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